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jueves, 21 de julio de 2016

LA NUEVA "SOCIALIZACIÓN" Y SUS CONSECUENCIAS EN LO INDIVIDUAL Y LO COLECTIVO

En el ensayo pasado se presentaban varios elementos que están fomentando nuestra desconexión interpersonal. Quisiera reiterar que no es mi intención satanizar la búsqueda del éxito personal, o los aparatos electrónicos, sino más bien enfatizar aquellos elementos presentes en la sociedad actual que están rompiendo el ritmo de las interacciones personales. Este ritmo interpersonal incluye las pausas en las conversaciones, las facciones, el lenguaje no-verbal, los afectos, el contacto físico, etc. y estos elementos no son solo un lujo o accesorio insignificante para el ser humano, tiene un propósito muy bien definido. Este tipo de interacciones sociales son parte de un sistema de recompensa de nuestro cerebro. Literalmente, nuestro cerebro recibe estimulación en los centros del placer al estar interactuando con otras personas y al mismo tiempo funciona para auto-regular nuestros afectos. Es por esto que cuando estamos tristes o muy felices necesitamos compartirlo con los demás. Estamos “cableados” para recibir placer y ser regulados por medio de la presencia de otra u otras personas. Por esto, cuando interrumpimos este ritmo social/neurológico, estamos estropeando los sistemas de placer y de auto-regulación. La comprensión de este hecho científico debería prender las alarmas sociales de aquellas personas encargadas de los sistemas de salud en nuestros países. 


El panorama social está cambiando, cada vez estamos interactuando menos con otras personas. Estamos recibiendo menos recompensas de lo social, teniendo que buscar ese placer en otras partes (adicciones, comida, conductas de alto riesgo, etc.), y al mismo tiempo tenemos menos recursos para regular nuestros afectos, principalmente el estrés.  ¿Vamos comprendiendo la relación de  estos conceptos con  nuestra realidad social? Hay más búsqueda de placer y menos regulación de impulsos. Las estructuras de nuestro cerebro que se requieren para ser Humanos y experimentar empatía requieren una interacción cotidiana, predecible, repetitiva y estable con un grupo de personas.

Nuestro cerebro no nace con el “chip” de la empatía, esta programación solo se logra con la constante estimulación social de un grupo emocionalmente funcional. Es tan ilógico como esperar que un infante de 2 años pueda tocar una sonata de Chopin. Esta tarea solo se podría lograr (no a los 2 años), por medio de repetición, repetición, repetición. La instalación de los mecanismos neurológicos para la empatía se basa en el mismo concepto: Repetición Cotidiana ¿Hoy esperamos una generación empática sin la socialización necesaria para su consolidación? 


Como sociedad global nos hemos expuesto a una situación muy particular, las comunidades con mas recursos económicos están experimentando la mayor pobreza relacional y las familias con menos recursos económicos están presentando una mayor y mejor calidad emocional en sus relaciones. Hay familias que viven en la opulencia material que añoran el contacto interpersonal.



Los seres humanos por naturaleza somos contagiosos. Por muchos años se ha estudiado el poder de las famosas neuronas espejo. Todos sabemos que si alguien bosteza, es muy probable que alguien se “contagie” del bostezo. También hemos observado (o hemos sido uno de ellos) a las parejas enamoradas que súbitamente se parecen en su hablar, caminar, vestir ¡y hasta físicamente! También somos contagiosos cognitivamente, ya que si pasamos mucho tiempo con un grupo de personas con un tipo de ideología es muy probable que comencemos a simpatizar con dichas ideas. Para bien y para mal, los humanos también somos contagiosos en los afectos. Si te reúnes con gente optimista, muy pronto comenzará a elevarse tu estado de ánimo y viceversa. El mejor ejemplo de este fenómeno se da en la infancia, en donde idealmente, el afecto positivo de una madre es transmitido al bebé por medio de patrones de estimulación neuronal (contacto visual, físico, tono de voz, estado interno de la madre, etc.) que con el tiempo y la repetición predecible se convertirá en un esquema mental llamado apego seguro. Esta capacidad externa (la madre) de amar se convertirá en una capacidad interna (del bebé) para amar.
La ley de Hebb en las neurociencias explica de manera sencilla que las neuronas que se activan juntas se mantienen juntas. Es decir, la repetición y predictibilidad de esta dinámica, terminará por crear un circuito neuronal fuerte y permanente.
Cuando interactuamos con otras personas, los centros del placer (recompensa) y de regulación de afectos de nuestro cerebro son activados de la misma manera que fueron activados cuando estábamos en brazos de mamá. Nuestros niveles de estrés se reducen al estar en la presencia de otro ser humano. Esto tiene mucho sentido cuando lo vemos en un contexto terapéutico. Cada hora que el terapeuta pasa frente a sus pacientes está conteniendo (neurológicamente) su desbordamiento afectivo.


Nuestros cerebros necesitan socializar para mantener su funcionamiento óptimo. Las sociedades y comunidades se están deteriorándose y muriendo debido al aislamiento interpersonal al cuál nos hemos sometido. Las investigaciones señalan que la gente que interactúa física y emocionalmente con más personas son más sanas, reportan mejor calidad de vida, su expectativa de vida es mayor, etc.
Cuando el ser humano experimenta relaciones interpersonales funcionales recibe recompensa (placer), y cuando esto ocurre nuestros afectos son regulados, dando como resultado un mejor funcionamiento cognitivo. Es decir, nuestro cerebro  funciona de manera óptima (creatividad, resolución de problemas, disciplina, memoria, atención, concentración, etc.) cuando socializa. 
Los programas de salud han intentado de “atacar” los problemas  sociales y de salud como las adicciones, obesidad, criminalidad, estrés, calidad de vida, abandono escolar, bullying, etc., poniendo “curitas,” pero sin darse cuenta que estos son solo síntomas de una enfermedad mayor: ESTAMOS DEJANDO DE SOCIALIZAR.


Por muchos años se debatió si el famoso concepto de la Resiliencia humana se debía a factores inherentes al ser humano, o se debía a factores sociales-ambientales positivos. Hoy, las neurociencias nos han comprobado de manera tajante que la resiliencia es el resultado de interacciones sociales positivas (recompensa y regulación de afectos) a temprana edad. Esto tiene sentido cuando vemos a una mente en desarrollo que es expuesta a interacciones sociales positivas, asocia la compañía y la presencia de otras personas con afectos positivos y esto dará como resultado un nacimiento psicológico de un Self Bueno. Lo opuesto también ocurre; una mente en desarrollo que no es expuesta a situaciones positivas, o que se expone a situaciones violentas que se asocian con la presencia otras personas, no obtendrán la recompensa y ni la regulación de afectos necesaria para sobrevivir en una comunidad. Esto dará como resultado, el nacimiento de un Self Malo. El Self bueno, buscará situaciones y experiencias positivas en su vida y tendrá un funcionamiento cognitivo óptimo porque cuenta con la recompensa (placer) y la regulación afectiva para llevarlo a cabo, mientras que el Self Malo buscará fuentes de recompensa (placer) y de regulación de afectos en lugares disfuncionales como adicciones, relaciones disfuncionales, malos hábitos y por lo mismo su desempeño cognitivo será por debajo de lo funcional.

En el ensayo anterior comencé exponiendo que ésta es una verdad innegable e irrefutable. La disminución de la socialización está alterando peligrosamente el funcionamiento individual y por ende, la salud de nuestras comunidades.


martes, 19 de julio de 2016

EL SER HUMANO EN PELIGRO DE EXTINCIÓN


Hace un par de semanas una de mis pacientes me preguntó: "¿es mi imaginación o de plano estamos viviendo en una sociedad más violenta?" Mi primer reacción fue el pensar que cada generación seguramente se ha hecho la misma pregunta, pero tiempo después me puse a pensar a profundidad, y hoy estoy convencido que la percepción de mi paciente (y la mía, y seguramente la tuya), es que efectivamente hoy vivímos en una sociedad mucho más violenta. 

Los que me conocen en lo personal y en lo profesional saben que no soy muy afecto a hacer declaraciones absolutas, es decir sin dar espacio a otras posibilidades. He tratado de ser prudente en todas mis observaciones hablando desde lo que yo considero como ¨mi perspectiva.” En esta ocasión voy a romper mi propia regla y trataré de presentar un fenómeno social innegable y sus afectaciones en la psique de esta generación.
Lo que voy a tratar de presentar está basado en mis observaciones personales y profesionales de los últimos 3 años. Mis observaciones se basan en mi trabajo como terapeuta, victimólogo, consultor educativo, supervisor clínico y consultor en la creación de comunidades resilientes. Es un hecho, estamos perdiendo nuestra capacidad de ser empáticos. Y esto tiene una razón bien identificada que no está siendo atendida.


Para comenzar, quisiera presentar este tema desde un contexto social y antropológico, ya que nos ayuda a conocer el cómo hemos llegado a ser el tipo de “comunidad” que hoy somos de manera universal.
Hoy somos el resultado de una inercia de generaciones previas, con sus buenas decisiones y sus malas decisiones. Muy probablemente, las generaciones anteriores no tenían mucha consciencia de que sus acciones tendrían un impacto directo en las generaciones venideras. No fue sino hasta mediados del siglo pasado cuando se comenzó a plantear la necesidad de tener mejores programas educativos, mejores programas sociales, mejores leyes incluyentes de las minorías, etc. Es decir, hasta hace muy poco tiempo comenzamos a utilizar una de las principales características que nos distinguen de otras especies: “La capacidad de evolucionar social y culturalmente.” Ninguna otra especie tiene la capacidad de evolucionar tan dramáticamente de una generación a otra como los seres humanos. Esta capacidad nace desde la organización natural de nuestro cerebro, el cual es único entre todas las especies. Nuestro cerebro, particularmente la corteza cerebral, cuenta con esta increíble capacidad de almacenar información más que cualquier otra especie en el planeta. Nuestra generación ha aumentado sus conocimientos de una manera exponencial, de tal manera que hoy un niño en sexto de primaria conoce más sobre el cerebro humano, que lo que la persona más inteligente en el planeta conocía hace 50 años.
Esta increíble capacidad del ser humano, de aprender del conocimiento de generaciones previas para utilizarlas para el mejoramiento socio cultural, como la modificación de leyes, planteamiento de mejores programas educativos, programas para padres de familia, mejoras en los sistemas de salud, prevención del delito, etc., es única entre todas las demás especies. Cada generación ha tomado decisiones en cómo utilizar esta información, y esto se lleva a cabo de dos maneras: explícita (leyes, programas, estructuras sociales, etc.) e implícita (constructos de género, racismo, normas sociales, expectativas socio-económicas, etc.).
Cada generación ha tomado decisiones en relación a estas dos maneras de pasar información a las siguientes generaciones. Por ejemplo, las generaciones pasadas decidieron explícitamente que certificarse para poder manejar un auto era importante, por eso hoy tenemos que pasar (en teoría) un examen de manejo para que el Estado nos permita manejar un auto. Del mismo modo, las generaciones anteriores decidieron explícitamente que enseñar matemáticas era más importante dentro de un programa académico y que debía ser obligatorio que todo niño supiera sumar y restar. Esas fueron decisiones explícitas de generaciones pasadas que hoy siguen siendo vigentes, pero al mismo tiempo generaciones pasadas decidieron no implementar con la misma rigidez programas para padres y madres en relación a los cuidados necesarios (físicos y emocionales) de sus hijos. Generaciones anteriores no creyeron relevante el hacer explícito la importancia y la relevancia de los primeros años de vida de una persona. De manera IMPLÍCTA, las generaciones anteriores transmitieron a nuestra generación que esos años de infancia fluyen de manera espontánea sin la necesidad de preparación de los adultos alrededor de la vida de estos pequeños.
En pocas palabras, el día de hoy es mucho más importante estar certificado para manejar un auto, que para supervisar y cuidar el desarrollo de un infante. De manera implícita se nos ha transmitido que no es tan relevante el conocimiento y las habilidades para facilitar el desarrollo óptimo de una niña o un niño, y esta enseñanza (o falta de) se ha transmitido generacionalmente dando lugar a otras prioridades sociales.




Estos mecanismos de transmisión de información transgeneracional son muy importantes de comprender al estudiar la relevancia que tiene la exposición a la violencia como mecanismo para mediar conflictos en la actualidad. Estoy seguro que nadie de nosotros, conscientemente (explícitamente) le enseñaría a un niño o niña que la violencia es válida como una herramienta de medicación de conflictos interpersonales, sin embargo en la actualidad se calcula que la exposición (implícita) de los niños y niñas a la violencia es hasta de 50 veces mayor a lo que se tenía 30 años atrás. Es tiempo de comenzar a cuestionarnos y a evaluar intencionalmente lo que estamos transmitiendo a esta y a generaciones venideras. Esto no es un concepto nuevo, generaciones previas inventaron el racismo, el anti-semitismo, la misoginia, etc.  Hoy, gracias a procesos explícitos de consciencia hemos demostrado que son fenómenos nocivos para el desarrollo y funcionamiento en lo individual y colectivo. Hace menos de cien años era cultural e incluso científicamente comprobable que la mujer no podía ni debía participar en decisiones políticas (derecho al voto). Hoy, gracias a los avances científicos y a una serie de cuestionamientos sociales (minoritarios en un inicio), sabemos que la participación de la mujer es invaluable no solo en la esfera política sino en todos los aspectos socio-económicos. Este es un ejemplo del cómo una creencia transmitida genracionalmente  puede retarse y transformarse por medio de bases científicas y de movimientos sociales.

Ahora que hemos podido presentar los fundamentos antropológicos y sociales de la transmisión de información de una generación a otra, y del cómo mucha de esta información necesita ser retada por medio del conocimiento y movimientos sociales, quisiera presentar mi mayor preocupación  y ésta es que La sociedad que hoy hemos creado, menosprecia dos conceptos fundamentales de nuestra especie:
a) La maleabilidad del cerebro humano en los primeros años de la infancia, 
b) la naturaleza social  (interpersonal) del ser-humano

El olvidar estos dos conceptos tiene una afectación directa con lo que se ha llamado “la descomposición del tejido social.”

Nuestra sociedad actual ha minimizado la importancia de estos dos conceptos  y como resultado nos hemos convertido en personas mucho más vulnerables en muchos aspectos (salud mental, salud social, salud espiritual, etc.). Los seres-humanos somos seres biológicos, que como toda especie utiliza al máximo sus características para adaptarse a su medio ambiente. Algunas especies utilizan sus características físicas para cazar, perseguir, devorar, escabullirse, huir, etc., para adaptarse a su medio ambiente. Nosotros como especie, no pertenecemos al grupo de depredadores ni al grupo de presas, y por lo mismo tuvimos que sacar provecho de nuestras capacidades sociales para formar grupos (comunidades) que nos permitieran adaptarnos y sobrevivir. Nuestro cerebro humano está diseñado para ser influenciado por la comunidad. El cerebro humano depende de la socialización para desarrollarse a su máxima capacidad. Estamos “cableados” para interactuar con otros seres-humanos y de esta manera poder sobrevivir.
La sociedad actual ha querido transformar este hecho y llevarnos a una “independencia” que es ficticia. Ningún ser humano puede desarrollarse por sí solo. Toda nuestra fisiología está diseñada para ser interdependientes. Nuestros cerebros son maquinarias perfectas para leer y responder a las señales no-verbales de otras personas para poder interactuar con ellas. Tenemos terminaciones nerviosas en nuestra piel que requiere la estimulación del contacto para consolidar las emociones en nuestros cerebros. Hemos sido diseñados para ser tocados (este punto se lo recuerdo constantemente a mi esposa). Nuestro cerebro es un órgano social que necesita interactuar con un grupo de manera  constante para poder sobrevivir. 


Desde el comienzo de nuestra historia como especie formamos grupos para compartir los víveres y para delegar la responsabilidad de la seguridad del grupo. Los antropólogos nos indican que desde un inicio, una comunidad típica estaba compuesta por alrededor de 40-50 individuos de distintos rangos de edad, multi-familiar, multi-generacional. En estos grupos, los niños interactuaban con adultos (eran protegidos, corregidos, vigilados, enseñados, etc.) en una proporción de 4 adultos por cada niño. Hoy nuestros modelos pedagógicos sugieren que un ambiente altamente enriquecido es aquel en donde hay ¡1 adulto por 6 niños! 

Si observamos nuestra sociedad actual, es paradójico notar que hemos creado grandes urbes, impresionantes asentamientos humanos, pero con una mucho menor interacción social entre nosotros. En los Estados Unidos de América, en el censo del año 2000, el promedio de habitantes por casa era de 3; para el año 2010 más de 1/3 de las casas reportaron un promedio de 1 habitante por casa. Como si esta fragmentación social no fuera suficiente, la sociedad actual se ha hecho adicta a la tecnología. En países desarrollados se ha encontrado que las personas mayores de 12 años interactúan 11 horas promedio al día con artefactos electrónicos. Otros estudios señalan que en países industrializados, la interacción social (pláticas, contacto visual, contacto físico, atención, etc.) es interrumpido en promedio más de 150 veces por aparatos electrónicos. Estamos perdiendo la capacidad de estar sintonizados en un verdadero contacto social, reemplazándolo por contactos virtuales que se han hecho llamar "redes sociales." No es mi papel demonizar la tecnología, pero creo que existen varios fenómenos sociales que está facilitando la desconexión interpersonal que nuestros cerebros necesitan, que nuestras comunidades requieren para seguir siendo funcionales. Esta realidad social está teniendo afectaciones palpables que parece que nadie está atendiendo.

Seguimos con nuestra inercia de ser “independientes,” sin darnos cuenta que estas dinámicas personales y comunitarias nos están afectando en nuestra principal capacidad como seres humanos: ser empáticos.
En un segundo ensayo seguiré explicando las afectaciones individuales y sociales de esta fragmentación social, y del cómo creo que nuestra realidad (criminalidad, violencia, corrupción, enfermedades mentales, etc.) tiene una relación directa con el haber abandonado nuestra naturaleza  social e interpersonal.

martes, 12 de enero de 2016

La Importancia del Estudio de las Experiencias Adversas en la Infancia para una mejor comprensión de las enfermedades mentales

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Para quienes no se encuentran muy familizarizados con este estudio, lo voy a intentar describir y resumir principalmente para enfatizar la importancia de la prevención, y el tratamiento adecuado del trauma crónico infantil.

En esta liga podrán descargar un resumen mucho más elaborado en el idioma Inglés

Este estudio ha sido muy importante en la comprensión de las afectaciones de experiencias adversas en la infancia en muchas áreas del funcionamiento del individuo. Este estudio comenzó con el trabajo del Dr. Vincent Felitti en 1985. El Dr. Felitti era el jefe del departamento de medicina preventiva del centro de salud Kaiser Permanente en la ciudad de San Diego California. Este centro en particular recibía una gran cantidad de personas con un grado muy elevado de obesidad. El Dr Felitti y su equipo comenzaron a darse cuenta que la clínica contaba con un alto grado de deserción del programa nutricional. En promedio, solo 1 de cada 3 personas que comenzaban el tratamiento, lograban terminarlo de manera satisfactoria con una mejora significativa de su salud de forma integral.
Estos números alarmaron al equipo del Dr. Felitti y comenzaron a investigar las razones por las cuales los pacientes abandonaban sus tratamientos incluso cuando una mejora en su salud era evidente. Comenzaron a realizar pequeñas entrevistas con las personas que habían abandonado el programa y llegaron a una primera señal que abrió las puertas para una segunda etapa de la investigación. Ellos encontraron que más del 85% de esos pacientes obesos, habían nacido con un peso normal. Es decir, no había evidencia de que su obesidad haya sido una enfermedad desde  su nacimiento.
Esta primera observación los llevó a formular una primera hipótesis: El aumento de peso puede estar relacionado con experiencias ambientales en su desarrollo temprano.
El equipo de trabajo comenzó a formular una serie de preguntas relacionadas con el aumento de peso durante etapas o eventos significativos del desarrollo, y fue así como llegaron a la siguiente serie de preguntas:
            ¿cuánto pesabas cuando naciste?
            ¿cuánto pesabas cuando comenzaste la primaria?
            ¿cuánto pesabas cuando comenzaste la secundaria?
            ¿qué edad tenías y cuánto pesabas cuando comenzaste tu vida sexual?
            ¿qué edad tenías y cuánto pesabas cuando te casaste?

Se menciona una entrevista en particular que cambió por completo la dirección de este estudio, cuando un entrevistador hizo la pregunta sobre el peso al comenzar su vida sexual, la paciente respondió “40 kg.” Al principio el entrevistador creyó que la paciente no había comprendido correctamente la pregunta, y volvió a preguntar y la respuesta fue la misma, pero en esta ocasión la respuesta vino con un llanto profundo y ella dijo: “yo tenía 4 años y fue con mi papá.” El entrevistador inmediatamente reportó esta respuesta con el resto del equipo y todos concordaron en tener mucho cuidado de no guiar a los pacientes a ese tipo de respuestas, sin embargo al paso de las entrevistas el resultado fue similar. Un gran porcentaje de los participantes en el estudio comenzaron a reportar abuso sexual en la infancia.
El equipo invitó a cinco médicos externos que no sabían el propósito ni la naturaleza del estudio a que condujeran las siguientes 100 entrevistas y el resultado fue el mismo: presencia de abuso sexual incestuoso en la infancia.
La primera población que entrevistaron constaba de 286 personas y más de un 93% de ellos habían sido abusados y abusadas sexualmente en la infancia.
Esto se convirtió en la primera evidencia que apuntaba hacia una relación entre abuso infantil y afectaciones negativas en el auto-cuidado durante etapas subsecuentes del desarrollo. Sin embargo, nuevas evidencias comenzaron a mostrar la magnitud y profundidad de dichas experiencias adversas.
Durante otra entrevista, una mujer le reveló al investigador que había sido abusada sexualmente en la infancia y que también había sido violada a la edad de 23 años, y que durante los meses subsecuentes ella había subido 48 kg. Ella añadió la siguiente frase: “la obesidad ha sido mi mejor arma de prevención de otro abuso sexual.”
Esta entrevista reafirmó lo que muchos profesionales de la salud ya habían señalado pero que la medicina no había podido confirmar: PARA LOS SOBREVIVIENTES DE ABUSO, LA OBESIDAD NO ES UN PROBLEMA, ES UNA SOLUCIÓN Y UN ESCAPE.

Este descubrimiento desde el campo de la medicina le dio sentido al gran porcentaje de abandonos en los tratamientos no solo de obesidad, sino de problemas de adicción, conducta de la alimentación, relaciones destructivas, etc. En otras palabras, el estar bien les produce más ansiedad e incomodidad. En el caso de las mujeres obesas, su peso también les ayuda a ser menos “deseables” y de esa manera escapan a posibles ataques sexuales. En el caso de los hombres obesos, su gran tamaño lo hace menos vulnerable a posibles ataques físicos.



Ahora, el Dr. Felitti tenía un problema, ¿qué hacer con esta información?
Su primera oportunidad se presentó en 1990 en una reunión regional de la APA en donde estarían tratando el problema dela Obesidad. Al terminar su presentación, uno de los “expertos” en el tema desde la psiquiatría dijo desde el podio: “No podemos creerle todo a nuestros pacientes, muchos de ellos solo quieres excusas para justificar sus fracasos.” Por otro lado, durante dicha convención 
Es así que obtuvieron en el área de California alrededor de 26,000 participantes que respondieron a una serie de entrevistas y cuestionarios que contenían elementos sumamente importantes en relación al trauma crónico infantil (en algunas lecturas se le conoce como trauma complejo). Los investigadores pudieron dividir en 10 subtipos de experiencias adversas en las familias de los y las pacientes:
·      Abuso sexual
·      Abuso verbal
·      Abuso físico
·      Cuidador primario con enfermedad mental o adicto
·      Cuidador primario como víctima de abuso doméstico
·      Cuidador primario encarcelado
·      Pérdida de cuidador primario debido a divorcio o abandono
·      Negligencia física
·      Negligencia afectiva

La primera fase del proyecto se inició en 1995 hasta 1997 y se le dio seguimiento por 15 años con una población base final de 17, 421 personas. Cuando los primeros resultados llegaron, la mayoría del equipo lloró al ver la increíble correlación entre una serie de experiencias adversas con un descuido físico, social y emocional subsecuente en la edad adulta.

Primer descubrimiento: Existe una correlación directa entre el trauma infantil crónico (relacional) con la aparición de por lo menos una enfermedad crónica, al mismo tiempo la presencia de un trastorno mental, por lo menos algún tipo de problema social (conductas criminales, deudas, ausentismo escolar, bullying, etc.), y problemas en conseguir o mantener un empleo estable

Segundo descubrimiento: El 87% de la población del estudio, habían experimentado más de dos tipos de experiencias adversas en la infancia. Esto indicó, que la presencia de un cuidador primario con problemas de alcoholismo aumentaba significativamente la probabilidad de sufrir otro tipo de abuso.

Tercer descubrimiento: A mayor cantidad de experiencias adversas en la infancia, mayor el riesgo de desarrollar problemas médicos, metales y sociales en la adultez. Para entender esto, el equipo de investigadores asignaron un punto por tipo de experiencia adversa. Es decir, si un paciente había vivido con un padre alcohólico, y había experimentado abuso físico, a ese paciente se le asignaban dos puntos. El estudio reveló que personas con 4 puntos (4 tipos de experiencias adversas en la infancia) comparado con los pacientes con 0 puntos, tenían 240% mayor de riesgo de contraer hepatitis C, y un 290% mayor de probabilidades de contraer enfisema pulmonar, y un 240% mayor riesgo de ser contagiados de una enfermedad sexualmente transmitida.
Las personas con 4 puntos corren el riesgo de intentar el suicidio 12 veces más que una persona con 0 puntos. Son 10 veces más propensas a ser adictas a las drogas que los pacientes 0.

Estas conclusiones del estudio del Dr. Felitti y colegas deben hacernos cuestionar nuestra visión y perspectiva de los trastornos mentales y médicos, poniendo un mayor énfasis a la importancia del desarrollo humano en la etapa de la infancia. Más adelante concluiré con una propuesta de cambio en la perspectiva de la manera en que actualmente vemos los problemas mentales y sociales, principalmente desde una perspectiva preventiva.

viernes, 27 de noviembre de 2015

¿Qué esperar de un posgrado?

Recuerdo que cuando comencé mi maestría en terapia familiar y de pareja tenía grandes expectativas sobre lo que habría de aprender esos dos años. Yo estaba seguro que lo que había aprendido en la licenciatura no era suficiente, y que seguramente esos dos años siguientes mi mente y mis habilidades serían transformadas al grado de ser un Maestro en el arte de la terapia familiar. Yo estaba seguro que en esos dos años mis profesores, mi supervisión y mis prácticas terminarían por formar, ahora sí, de manera radical, a un experto terapeuta familiar.
La realidad fue otra, y no porque mi escuela tuviera un programa deficiente, al contrario, hoy me siento bendecido por las bases y fundamentos que recibí durante esos dos años, pero no encontré lo que pensé que encontraría. Muchos nuevos terapeutas están en la misma situación, esperanzados a que un buen programa de posgrado los convierta en buenos terapeutas. Ahora que veo hacia atrás me doy cuenta que la responsabilidad de un programa de posgrado no es el de formar de manera completa a sus alumnos y alumnas, la preparación profesional de un programa de posgrado nunca puede lograr equipar totalmente a sus alumnos y alumnas para lo que deberán enfrentar en el mundo real. El mundo académico nunca puede compararse con lo que la realidad de nuestras experiencias clínicas y en la soledad de nuestros consultorios nos esperan al terminar un programa de maestría o doctorado.


El mundo académico solo puede aspirar a proveer los fundamentos teóricos, actitudes, ética y habilidades clínicas que todo novato necesita para comenzar a hacer sus pininos profesionales.
Ningún programa académico puede proveer las respuestas correctas a cada caso, pero si podemos brindar los criterios humanos, empáticos y profesionales para que cada alumna y alumno tomen sus propias decisiones.
En otras palabras, los programas de posgrado solo pueden aspirar a formar buenos novatos y nunca vender la idea de formar expertos. Si un programa de posgrado puede aceptar el reto de formar buenos novatos, entonces está cumpliendo su función.
Cuando un alumno o alumna comprende que su entrenamiento profesional a nivel posgrado solo alcanzará para formar un buen terapeuta novato, entonces puede aceptar la realidad de que su camino apenas comienza. Este elemento es básico en la madurez de un buen terapeuta, el reconocer que un diploma de posgrado no lo convierte en un experto. A veces pienso que los diplomas de posgrado deberían especificar que el conocimiento adquirido en dicho programa no es una garantía de sus capacidades profesionales. El terminar un programa de posgrado no nos convierte en expertos, y mucho menos en buenos terapeutas. Es solo el comienzo de un camino largo de aprendizajes vivenciales en lo profesional y en lo personal. Si el recién egresado de un programa de posgrado llega a comprender este proceso natural de madurez, sabrá que el obtener un diploma no lo exime de su responsabilidad de seguir siendo supervisado y de su propio proceso terapéutico.
Pienso que todo programa de posgrado en psicología debería explicar a toda alumna y alumno de nuevo ingreso esta realidad: Nuestro papel no es hacerte experto o experta, nosotros solo te daremos los fundamentos para que puedas comenzar a unir las distintas teorías con la realidad, y que te des cuenta de que no existen respuestas correctas.
Un programa de posgrado se debe ver como un iniciador de un proceso que no termina con una graduación, es continuo y nunca termina. La realidad es que nunca te conviertes en un experto en psicología o en psicoterapia, solo te vuelves más sabio al reconocer que convertirte en un experto no tiene ningún valor real ni para ti, ni para tus pacientes.

jueves, 9 de julio de 2015

La Presencia

En otras breves reflexiones he mencionado la importancia de Estar Presente, y probablemente no ha quedado claro (yo sigo en el proceso de comprenderlo) lo que significa este concepto en la práctica cotidiana y no limitada al ámbito profesional. Existe varias definiciones que he encontrado sobre la marcha y todas ellas me gustan y creo que tienen enormes aportaciones al crecimiento personal.
  • En el plano más práctico, Estar Presente significa estar alerta, astucia, atento, consciente, cuidadoso, meticuloso, observador, despierto y sabio.
  • En el ámbito educacional, Estar Presente significa tener una mente abierta y evitar conjeturas prematuras que impidan el fluir de nueva información
  • En el ámbito contemplativo, Estar Presente significa estar consciente con un propósito y sin juicios sobre lo que está pasando en el presente.
La conjunción de estas tres aplicaciones del término Estar Presente son extremadamente valiosas para el desarrollo personal y yo considero que son el núcleo del ámbito terapéutico en su más pura expresión: el encuentro de dos subjetividades, Presentes en el Presente.

Las implicaciones de este encuentro pueden ser explicadas por una reciente área de la psicología aplicada: La Neurología Interpersonal. Esta nueva vertiente intenta integrar los elementos biológicos, psicológicos y sociales en un solo Fluir de Energía e Información. Este fluir utiliza tres elementos fundamentales: el cerebro, la mente y las relaciones interpersonales. Esta triada de elementos y procesos son los responsables del surgimiento del Self y de la interpretación de las señales del Otro.
Cuando experimentamos las implicaciones de esta triada, más el poder del Estar, es ahí donde el verdadero trabajo terapéutico ocurre. El observar el mundo interno propio nos permite rastrear el fluir de la Energía y de la Información del Otro.
La palabra clave en todo esto es FLUIR. Si te pones a pensar, todo malestar emocional/mental está relacionado con el NO FLUIR.

Kabat-Zinn propone que el Estado de FLUIR se encuentra entre otros dos Estados (disfuncionales de la mente) el CAOS y la RIGIDEZ. El Cerebro, la Mente y las Relaciones tienen como principal objetivo el permitir que el Ser Humano Fluya libremente y este Estado solo puede lograrse en el Presente, y estando Presente.
El trabajo de las y los terapeutas es promover este Estado de FLUIR, pero no es algo que se pueda enseñar teóricamente, ya que sólo se puede transmitir por medio del contagio del Estado de FLUIR por parte de la o el terapeuta hacia el paciente.

Este FLUIR solo se logra cuando el cuerpo y la mente se encuentran en un mismo lugar, el presente.
Parecería algo sencillo, sin embargo tiene sus complicaciones debido a la naturaleza y habilidades de la Mente al poder estar en múltiples lugares (pasado, presente, futuro y combinaciones). El cuerpo, por otro lado, solo sabe estar en el presente porque no tiene otra opción. Es decir, el cuerpo está donde está.
La manera en que yo lo puedo entender es como cuando eramos niños y nos compraban un globo inflado con helio. Nuestros padres solían amarrar ese globo a nuestras manos porque la naturaleza del globo es volar libremente. Si por alguna razón el niño suelta el hilo que ancla el globo a nuestros cuerpos, el globo vuela libremente en cualquier dirección. El cuerpo se queda en donde está.
El Estar Presente (FLUIR), es este Estado en donde mi cuerpo y mi mente se encuentran en el mismo lugar (en el Presente, Fluyendo). En esta analogía del cuerpo y el globo, nos falta incluir el hilo que une cuerpo-mente. Este hilo representa la Atención. El cuerpo y la mente sólo están conectados en el presente por medio de la atención a lo que está pasando aquí y ahora.



Esta conexión cuerpo-mente que solo se da por medio de la atención en el presente, representa el único Estado mental/emocional que puede brindarle al Ser-Humano el acceso a todas sus capacidades de Sanidad interna (paz, tranquilidad, fe, esperanza, optimismo, empatía, etc.). Fuera de este Estado de conexión cuerpo-mente sólo existe CAOS y RIGIDEZ

Seguramente te estás preguntando el por qué la desconexión del cuerpo-mente produce tales efectos negativos. Permíteme explicarte el por qué de manera rápida y sencilla. La mente, cuando se encuentra en su estado óptimo (en el Presente), sabe funcionar en base a polaridades. Cuando la mente piensa en frío, la mente tiene que traer el opuesto y piensa en calor. Cuando la mente piensa en problema, automáticamente se piensa en solución. Así funciona la mente en su estado ótpimo (en el Presente Fluyendo). Cuando "el globo" se va y vuela libremente al pasado, al futuro o a extrañas combinaciones, la Mente pierde esta capacidad de pensar en polaridades y sólo tendrá la capacidad de observar una "realidad" unipolar (negativa). Por eso, cuando la mente no está conectada en el Presente tiende a atorarse, ofuscarse, ser pesimista, etc. La Mente pierde su capacidad natural de ver la realidad desde distintas perspectivas (polaridades). Kabat-Zinn, le llama a este fenómeno de solo percibir lo negativo EL DEPRESOR.

La percepción negativa y catastrófica del Depresor da vida a un nuevo fenómeno mental que sólo existe cuando la mente ya "voló" a otras dimensiones y no se encuentra conectada al cuerpo en el presente. Este nuevo fenómeno está relacionado a la visión unipolar (negativa) del Depresor. Cuando todo está mal, dañado, etc., se debe de hacer algo al respecto: ARREGLARLO. La mente va a producir una serie de exigencias internas de solucionar todo lo que está mal (basicamente todo esta mal). Así tenemos que la combinación de ver todo negativo y de auto-exigencias de arreglar todo lo que está mal es lo que produce los Estados de CAOS y de RIGIDEZ en la vida de las personas que han perdido la conexión cuerpo-mente en el Presente.

Vamos a terminar esta pequeña reflexión sobre lo que significa estar Presente (FLUIR), con un ejemplo de un terapeuta que no sabe Estar, y lo quiere compensar con Hacer. Este terapeuta entra a su siguiente sesión vespertina ya con un grado de ansiedad que detecta en su estómago y en sus pensamientos saturados con dudas:
¿qué voy a hacer con este paciente? ¿debería aplicar más pruebas? ¿será border? ¿y si lo doy de alta?
Es claro que la ansiedad y la serie de dudas son sólo una manifestación de que su mente ya no está en el Presente, no está Fluyendo.
Esto activa al Depresor, que solo sabe ver lo negativo y comienzan los pensamientos de "no soy buen terapeuta," "creo que me equivoqué de profesión," "mejor me voy a recursos humanos," "voy a perder a todos mis pacientes."
Como todo está mal de acuerdo al Depresor, esto hace sonar la alarma y se llama al Arreglador que comienza a exigir cambios: "deberías ser mejor," "di algo," "tienes que hacer una excelente sesión para que no se vaya tu paciente," "tienes que esforzarte más."

Ya nos podemos imaginar el grado de ansiedad que este terapeuta sufre al estar atrapado entre el Depresor y el Arreglador, pero en realidad todo esto es consecuencia de no Estar Presente.
Un terapeuta que Está Presente (Fluyendo) puede estar en paz, tranquilo, sintonizado con sus Estados Internos y con los Estados Internos de su Paciente. Su intuición es mucho más elevada y sus conocimientos teóricos sustentan sus intervenciones. Y lo que es aun más importante, el terapeuta que sabe Estar, puede modelar este mismo Estado a sus pacientes que muy probablemente se encuentran sufriendo  debido a estar pasando de CAOS a RIGIDEZ en sus vidas.

lunes, 29 de junio de 2015

La Magia al Estar

Desde mis inicios como terapeuta me llamó mucho la atención lo "mágico" de mi profesión. ¿Cómo es posible que una serie de encuentros interpersonales tengan algún tipo de efecto positivo en la vida de una persona (paciente-cliente)? ¿cuáles son los elementos más importantes e indispensables de aquellos encuentros en donde esa "magia" ocurre? Al inicio de mi carrera estaba muy urgido por encontrar esos elementos que me convertirían en un buen terapeuta.
Busqué por muchos lados tratando de encontrar la teoría más sólida y que contuviera las herramientas más efectivas para hacer "magia." Pero, ¿por dónde comenzar? hay muchas teorías y todas dicen ser "La teoría." Intenté ser un buen clínico al apegarme a las normas éticas de mi profesión, leí un sin fin de libros, pulí mis habilidades de diagnóstico diferencial y hasta podría decirse que me consideré un Talibán del DSM (4a edición en aquel entonces). Pero tristemente, la "magia" no aparecía. Mi mente estaba tan preocupada por hacer (decir, decifrar, descubrir, desenmarañar, etc.) que se me olvidó Estar.
Poco a poco recordé lo que uno de mis maestros nos decía: "lo que importa (no quiere decir que la teoría, técnicas y herramientas no sean importantes), es pasar más tiempo Estando." Me costó trabajo comprender la definición de Estar porque yo creía que solo se refería al aspecto físico de abarcar un volumen en un tiempo determinado. ¡Yo estaba (e minúscula) los 50 minutos con mis pacientes y no pasaba nada! Hasta que comprendí que en el silencio de mi mente habitaba el poder de Estar. Mientras más silencio había en mi mente, más magia ocurría.

Las investigaciones indican que incluso en el campo de la medicina, la Presencia (con P mayúscula que indica mente y cuerpo) tiene un impacto positivo en la mejoría de los pacientes. Así llegué a la bendita experiencia  de ver  como  la magia ocurre por medio de nuestra presencia, y esto no lo digo en un sentido narcisista, sino en la plena humildad de que la presencia de cualquier Ser Humano tiene poderes de restructuración.




Pero comencemos por definir que es esta Presencia. Para poder hacer esto debo comenzar por lo que NO es la Presencia. Una mente llena (dudas, preguntas, metas, teorías, diagnósticos, etc.) no tiene espacio para contener la existencia del Otro. La presencia es la Atención Intencional en la experiencia del aquí y ahora sin juicios ni expectativas.

Solo cuando yo tengo esa capacidad de "vaciar" mi mente de ideas preconcebidas es donde yo puedo encontrar mi efectividad profesional porque fluyo en lo que sé hacer debido a lo que ya conozco. Déjame darte un ejemplo. Como terapeuta tengo la bendición de trabajar como entrenador mental de futbolistas profesionales, y el énfasis que yo hago en mis intervenciones es precisamente el vaciar la mente de dudas, temores, incertidumbre, miedos, enojo, etc., para poder Estar en el presente en donde sus cuerpos que han entrenado por miles de minutos saben hacer su trabajo.
 Si la mente no está en silencio en el presente, esta tiene la facultad de llevarnos a dimensiones desconocidas, a extrañas combinaciones de culpas del pasado y ansiedades de un futuro probable. Ya en ese momento perdimos la conexión con el aquí y ahora y al mismo tiempo nos perdimos de recibir información relevante para nuestro desempeño en el presente.

Una terapeuta que está más preocupada por lo que tiene que decir, abre una puerta a la dimensión de sus propios fantasmas (rechazo, juicio, baja auto-confianza, etc.), y deja de recibir información en tiempo real que el paciente está enviando, y aún peor, el no se siente Sentido por la terapeuta reactivando su propia historia.

Probablemente te preguntes ¿y cómo se hace eso? Te doy un sencillo consejo, mientras tengas tu próxima sesión con tu paciente, manténte consciente de tu presente por medio de tus sentidos. ¿qué sonidos escuchas en el fondo mientras conduces tu sesión? ¿qué texturas puedes sentir con tus dedos mientras escuchas o hablas? ¿qué temperatura hay en tu consultorio? ¿cómo está tu cuerpo en ese momento? Haz  este   simple experimento. Tu cuerpo y tu mente en el mismo lugar es el regalo más grande que te puedas dar y le puedas dar  a tus pacientes.
¿Me cuentas cómo te fue?

viernes, 22 de mayo de 2015

Metamorfosis

Me considero sumamente afortunado de estar viviendo en un periodo de cambios en mi campo profesional. A mi, ya me tocó un periodo en donde lo Integrativo es permitido, aunque muchos de mis profesores todavía arrastraban los residuos de la tendencia del Zeitgeist (espíritu de los tiempos) sobre la "pureza" de los marcos teóricos. Muchos de nosotros crecimos profesionalmente con esos profesores apasionados por la "patología" de la mente, y por el adecuado proceso del diagnóstico.
Recuerdo las competencias internas en mi universidad para conocer quién era el mejor en poder descifrar la viñeta que el profesor de la clase de psicopatología nos daba todos los Jueves. Era casi una obsesión el poder dominar todas las posibles patologías del Eje I, y mucho más emocionante cuando se trataba de un caso del Eje II.

No fue nada raro el comenzar a ejercer la profesión con la misma inercia, buscando la patología (suena muy padre y técnica esa palabra). No me tomó mucho tiempo el darme cuenta que esa obsesión por diagnosticar no me estaba llevando a ningún lado en el
progreso clínico con mis pacientes (hoy les pido perdón donde quiera que estén).

Poco a poco me fui dando cuenta que gracias a los cambios  provocados por varios movimientos post-modernos, se cuestionó la praxis y se redirigió el foco de atención  hacia aquellos elementos y características presentes en las personas que son Resilientes.

Para mí esta transformación de paradigma no fue muy fácil, y eso que nunca me he considerado un Talibán de los marcos teóricos, pero sí algo cuadrado en lo que es "serio y formal" de la psicología.
Llegué a pensar que la teoría narrativa era demasiado "light" y que cualquier persona puede platicar de forma casual. "Eso no es psicoterapia," me decía a mí mismo, negándome a creer en lo que hoy reconozco como el poder de ESTAR con el otro sin tener que HACER. Y ¿qué les digo de lo que llegué a pensar de la Psicología Positiva? que hasta pena me da confesar que me imaginaba que eran un grupo de animadores de campamento.

Mi transformación se fue dando debido a las lecciones de vida y resiliencia de mis pacientes sobrevivientes de eventos traumáticos. Cada encuentro yo iba notando ciertas características que eran indicadores de la fuerza y velocidad de su recuperación. En unos, la carencia de estos elementos era la evidente responsable de su estancamiento. Mi mayor sorpresa en esta aventura de mi transformación fue el darme cuenta que yo, como terapeuta, podía interferir y promover la presencia de dichos elementos.

Pude con el tiempo identificar por lo menos cinco de estos elementos: Flexibilidad, Adaptabilidad, Congruencia, Energía y Estabilidad. Estos elementos eran muy obvios en las personas que relativamente fácil recuperaban su rumbo y dirección de vida. Y al mismo tiempo se convirtieron en mi plan de tratamiento para aquellos y aquellas pacientes que se encuentran estancados. De repente me di cuenta que la patología que yo había aprendido a buscar y a encontrar, no es más que la carencia de dichos elementos. Todas las afectaciones emocionales están relacionadas directamente con la ausencia de estas características del Ser Humano.

Ok, ya lo entendí, y ahora ¿cómo fomentar estas características en mis pacientes? No es algo que se pueda enseñar desde el intelecto. Y ahí es donde mi verdadera transformación ocurre. Mi Presencia (estados mentales sintonizados con los de mi paciente), facilita la transición de una mente rígida o caótica, en una mente abierta a nuevas experiencias. Como cuando le decimos a un niño o niña, "Te voy a contar una historia..." De esa misma manera, la mente que llega a nuestros consultorios atorada, frustrada y pesimista, puede ser transformada por medio de un o una terapeuta abierta a nuevas experiencias. Cada encuentro es una nueva oportunidad de que algo nuevo ocurra. Esto te podrá sonar demasiado hippie, pero déjame decirte que esto de la Presencia del terapeuta tiene un sustento científico muy sólido que más adelante quiero compartir. Mis alumn@s y exalumn@s me conocen, y saben que mi énfasis al supervisarlos o enseñarles está en los procesos del hemisferio derecho. El ESTAR, antes del HACER. Esa ha sido mi transformación