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viernes, 7 de septiembre de 2012

Cuando la amenaza no es real

Cuando la amenaza no es real

En relación a lo que está ocurriendo en los alrededores del DF, quisiera presentar algunas ideas. Primero, el miedo que se está viviendo en esas zonas es real. Es un hecho que es irrefutable. Teniendo esto en mente debemos ahora pensar que existen dos posibilidades:
La amenaza real: existen grupos armados que están violentando la zona de manera indiscriminada
La amenaza no es real: aquí existen muchas posibilidades y teorías que no me toca, ni es mi campo profesional. Solo mencionar que existe una posibilidad de que no exista la amenaza real.

Creo que de estas dos posibilidades, la más peligrosa es la segunda. Esto es debido a que cuando una amenaza es real el individuo (y las comunidades) utilizarán sus recursos internos y externos para afrontar algo tangible y específico. Aquí, la amenaza tiene forma y es reconocible por el individuo (comunidad).
En nuestra segunda posibilidad, la amenaza es etérea, amorfa, se puede esconder y disfrazar de mil maneras. No hay descanso para la mente del individuo (comunidad) que enfrenta algo que desconoce (porque no existe). No hay sensación de seguridad alguna en la que se pueda descansar.

Esto me recuerda mucho el estado postraumático de una persona cuya sintomatología funciona como un constante recordatorio de la necesidad profunda de sentirse seguro, y desconfía de todos, todos tienen cara de secuestradores, necesitan despertar en la noche para asegurarse de que no hay nadie afuera, necesitan apuntar las placas de todos los autos que pasan frente a su casa, vagan por la ciudad antes de llegar a sus casas y así asegurarse que nadie los ha seguido. La amenaza ya no es real, pero ellos no lo saben, deben cuidarse de todos y de todo. Este estado crónico de alarma va desgastando procesos básicos del funcionamiento, principalmente en el área afectiva. Tiene sentido, es más importante sobrevivir que vincularse afectivamente.
Cuando la amenaza no es real, el individuo (comunidad) retorna a su estado más primitivo: la sobrevivencia. Y en este estado es capaz de hacer cualquier cosa. Esto es lo más peligroso de este asunto. El potencial peligro de involucionar como sociedad, con un miedo extremo que nos lleve a matarnos entre nosotros mismos.

Regresando al ejemplo del individuo traumatizado que solo quiere sobrevivir, su meta es poder regresar a un funcionamiento superior en donde pueda discriminar lo que realmente puede ser una amenaza, pero principalmente que pueda retomar sus funciones sociales, afectivas, espirituales, y de sentido de vida.

Creo yo que ese es nuestro reto como individuos y como sociedad, poder crecer, discriminar lo que puede ser una amenaza y lo que no lo es. De esta manera podremos regresar a lo nuestro y a los nuestros de forma integral, con sentido de vida.