Esta semana se dio a conocer la noticia sobre una red
privada de prostitución de un servidor público en la capital de este país. La
noticia ha despertado toda serie de reacciones en las redes sociales que van
desde la indignación, el repudio, la impotencia e incluso hasta la resignación
de una sociedad que ya perdió su capacidad de asombro en cuanto a la bajeza de
la gente en el poder.
Independientemente del resultado de las investigaciones
que está por iniciar la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal,
esperando que se haga justicia a las víctimas de este presunto delito, a mi me
llamó mucho la atención algo que quisiera compartir en esta ocasión.
Si lo que la periodista describe en su artículo es cierto,
debe alertarnos de un fenómeno psicológico resultante de una descomposición
social y emocional que podría explicar el incremento del riesgo de explotación
sexual en la población infanto-juvenil de nuestro país.
La periodista que dio a conocer la noticia debido a que se
infiltró ella misma en el proceso de selección de estas edecanes y describe lo
siguiente:
De aceptar, ese mismo día, pueden tener su primer encuentro con el líder del PRI capitalino.
Un detalle: al jefe no le gustan las niñas “del otro bando”
Priscila, aconseja a la chicas ser atentas. Al líder priista, hay seducirlo.
Si aceptan sumarse a esta red de prostitución, las jóvenes causan alta en la nómina del PRI como secretarias o recepcionistas.
Quien acepta, firma el cuadernillo de Priscila. La última etapa, consiste en que Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre de el visto bueno.”
La narrativa de la periodista establece que llega un punto
en que estas jóvenes mujeres son informadas sobre las actividades sexuales que
tendrán que realizar como parte de su trabajo. Unas se van, algunas otras deciden quedarse.
Esta es la parte que me intriga, y entiendo que puede tener
muchas explicaciones desde las teorías sociológicas, económicas, culturales,
antropológicas, etc., pero me pregunto si también existirá un factor
psicológico de predisposición a la explotación sexual. Me puse a revisar un
poco de bibliografía y encontré datos interesantes:
Rodman y Clum (2001) encontraron en sus estudios que las
mujeres que había reportado abuso sexual en la infancia reportaban una alta
incidencia de por lo menos un abuso sexual en su edad adulta.
Russel (1986) reporta que el 63% de la población que
entrevistó para su estudio y que había informado de abuso sexual infantil
intrafamiliar también reportó por lo menos otro abuso sexual después de los 14
años.
Messman-Moore y Long (2003), encontraron en sus estudios que
un abuso sexual en la edad adulta es de 2 a 11 veces más probable en personas
que fueron abusadas sexualmente en la infancia a las que no reportan abuso en
la infancia.
Por último, en un estudio longitudinal de Humphrey y White
(2000), señalan que de una población de 1569 mujeres estudiantes de
universidad, las que reportaron haber sido abusadas sexualmente en la infancia
también reportaban la presencia significativa de abuso sexual de moderado a
severo en su adolescencia y la experiencia de una violación o intento de
violación en su primer año en la universidad de hasta 13 veces mayor a las
mujeres que no habían experimentado un abuso sexual en la infancia ni
adolescencia.
El estudio de los efectos del trauma nos da al menos unas
probables explicaciones fisiológicas a dicha vulnerabilidad a seguir siendo
abusadas sexualmente. Cuando un niño o una niña es expuesta de manera
recurrente a situaciones de abuso debe recurrir al único escape posible:
disociación.
Su cuerpo no puede enfrentar al agresor ni tampoco puede
huir de la amenaza. Así, la única opción es estar sin estar. Y es muy probable
que el niño o la niña tengan que utilizar esta respuesta fisiológica muchas
veces si el agresor vive en casa o tiene acceso irrestricto al menor. De esta
manera la fisiología del niño aprende a afrontar situaciones subjetivas o reales
de amenaza por medio de la disociación (congelamiento, rendición, seducción,
etc.). Entonces, incluso en la edad adulta la respuesta ante la amenaza ya no
será correr o pelear, seguirá siendo la rendición, sometimiento, congelamiento,
etc. Su cuerpo y mente ya están condicionados a sobrevivir estando sin estar.
La noticia debe hacernos reflexionar como sociedad y
profesionales de la salud mental en muchos aspectos. En lo particular me
preocupa esta relación de abuso infantil y la predisposición a abusos en la
edad adulta que creo que no está siendo atendida como se debería. Se han
alcanzado buenos logros en temas de procuración de justicia y protección a las
víctimas de trata de personas pero creo que se debería ya de incluir la
atención y prevención del abuso sexual infantil como parte del ciclo de la
trata de personas y explotación sexual.
Humphrey,
J.A. & White, J.W. (2000). Women’s vulnerability to sexual assault from adolescence
to young adulthood. Journal of Adolescent Health, 27, 419-424.
Messman-Moore, T., & Long, P.
(2003). The role of childhood sexual abuse sequelae in the sexual
revictimization of women: An empirical review and
Theoretical reformulation.Clinical Psychology Review, 23, 537-571.
Roodman, A. and Clum, G. (2001).
Revictimization rates and method variance: A meta-analysis. Clinical Psychology
Review, 21 (2), 183-204.
Russell, D.
(1986). The secret trauma: Incest in the lives of girls and women. New York: Basic
Books.
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